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El blog de Tico Medina

 
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motherfly


   

Зарегистрирован: 17.01.2011
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СообщениеДобавлено: Сб Окт 24, 2015 4:35 am    Заголовок сообщения: El blog de Tico Medina Ответить с цитатой

Замечательный журналист, друг, который много писал о Рафаэле прежде, который продолжает писать о нем и сейчас.

Я решила перенести сюда несколько недавних статей из его блога http://blog.hola.com/tico-medina/.

И хотя одну из них Олечка уже и публиковала, но мне захотелось открыть это новой, большой темой, которая, думаю, время от времени будет пополнятся, так как уже сейчас их в блоге три.
И можно, даже нужно бы, наверное, собрать все его замечательные статьи в эту, отдельную тему - они того заслуживают.

Надо добавить, что там, в этом блоге имеется много интереснейшего материала и о других людях и не только..
Этот материал я частично тоже опубликую в другом форуме... Жаль только, что высокая проза этих статей сложновата для перевода... А хотелось бы их перевести бы...


hola.com

El blog de Tico Medina.

junio 2015

‘A veces llegan cartas’

Es aquella canción de Raphael que aún suena de vez en cuando en la radio de la nostalgia, pero la verdad es que a mí me gusta por la forma y por el fondo. Me van las músicas que dicen cosas, por eso me va la copla tanto, tanto que a veces, con la frecuencia que puedo, la escucho. Por eso la del niño de Linares, que por cierto está haciendo una película muy especial, casi espacial, con el director Alex de la Iglesia, me emociona. La canción, digo.

- A veces llegan cartas con sabor a…

Sé que la recuerdan.



Todo viene a la actualidad de nuestro post de hoy, porque escucho en la radio que “se vuelven a llevar las cartas escritas, las que te envían por correo ordinario”. Me gusta el tema. Mucho. Tanto que les debo confesar algo: me encanta recibirlas. Con su sello, si son a mano mejor, y desde luego con su lugar de origen a la vuelta. Igual es que soy un antiguo, pero les debo decir que no me importa. Sé que lo soy y por eso cuento lo que me causa alegría en el viejo cuerpo.

Por ejemplo, hace unos días recibí una carta escrita a mano por la reina doña Sofía, a la que nunca llamaré emérita porque acabo de verla en una foto y está más joven que nunca. Era la suya una carta real, con todas las de la ley, a mano como manda la tradición, en la que me daba las gracias por otra carta que yo le había escrito, en el periódico Ideal de Granada, donde llevo escribiendo todos los domingos, hace no sé cuánto tiempo. Le contaba una historia de las que a mí me gustan.

Bueno, pues recibí la carta, con su matasellos azul, que tengo cerca entre los escasos premios recibidos a lo largo de toda una vida, la mía. Voy a enmarcarla, por que así debe ser, entre los títulos que poseo, que son pocos pero bien agradecidos por mi parte. Me gustó mucho, me dio fuerzas para seguir adelante, así que aunque ya se las di: gracias, Majestad.



Yo siempre, siempre -incluso para poder comer, sí- escribí muchas cartas, sobre todo para la radio. Casi cincuenta años escribiendo cartas día a día, primero para Encarna Sánchez, ¿recuerdan?, en su programa de radio de la mañana. Después escribí cartas que yo mismo leía para aquel genio de la noche, ciego, de Ondacero, en un espacio que se llamaba La mano que mece la luna, recordando aquella película de miedo de la niña y la feroz muchacha que la cuidaba, bajo las estrellas.

Escribí cartas en los programas de Carlos Herrera, que igual vuelvo con él cuando él vuelva a la Radio Popular en la mañana del otoño. La escribía diariamente para él, para las mañanas de Radio Nacional. También para Luis del Olmo, siempre fui un leal banderillero que cumplía con su obligación, directo y al corazón.

Cartas abiertas, escritas a golpes de sangre, como las del sur para Andalucía con Tom Martín Benítez, y después para Rafael Cremades, al que por cierto acaban de hacer embajador mundial de la Orden del Salmorejo, en el globo entero, capítulo al que pertenezco y del que además guardo una capa que me regalaron aquella noche cordobesa, una capa firmada ni más ni menos que por el gran modisto Elio Berhanyer, al que a veces veo en el tren, siempre yendo o viniendo del sur, con su sombrero de viejo platero de la judería…

Estoy lleno de historias que no son otra cosa que recuerdos. Por eso cuando en el tiempo que vivimos de la máquina, del aire, del Twitter, del blog… suspiro por una carta verdadera como aquellas que, aunque ya en el sobre con un borde negro, te avisaban de una ausencia; las necesito. Alguna vez incluso he enviado cartas en botellas, en sitios inolvidables, como si fuera un naúfrago, que es lo que soy en el fondo. Un día lo hicimos en el puerto bellísimo de Cudillero, en Asturias, cuando yo tenía una casa en la que nunca dormí colgada del más fascinante anfiteatro del mundo. Eran cartas escritas a mano con la esperanza, sobre todo, de respuesta. Alguna llegó, siempre, siempre con un mensaje de esperanza.

En México, donde viví algún tiempo como corresponsal de Televisión Española, en América, me gustaba ir a la Plaza Grande a ver, a escuchar, a grabar incluso, a los escribidores de cartas que allí ejercían su oficio para aquellos que no podían escribir, como aquel manco de las dos manos que bajo su bigote de Pancho Villa, le pidió al escribidor -que cobraba unos pesos por cumplir el deseo de su corazón-:

- Es para mi vieja, pero no le diga nada de cómo estoy, que llevo mucho tiempo sin verla, pero no quiero que lo sepa.

No hay historias más grandes que la vida misma. Me detuve un momento más, a pie de máquina, bajo los soportales mexicanos, y escuché el sonido de la ametralladora –una Hispano Olivetti creo-, de aquel artesano de la mano y de la palabra.

- ¿Y no podría hacérmela a mano, aunque me cueste un poco más?

- Vale, hermano. Se la haré con mucho gusto. ¿Con letra redondilla o de juzgado?

- Cómo quiera siempre que mi madre se la crea, cuando salí de mi casa en Tepoztlán era un niño que no sabía escribir, así que no conoce mi letra.

Me hice a un lado, era una historia difícil de imaginar pero fácil de entender. Sería desde luego una carta de amor. Firmar, lo hizo, pero con la boca: una cruz tan solo. Suficiente.

A Gabriel García Márquez le encantaba acudir a las plazas de las grandes ciudades donde había un ejercito de escribidores, de cartas de amor, de pena, de tristeza, de…



Las cartas son -siguen siendo-, la crónica de la vida misma. Por eso me gusta saber que muchos seres humanos las vuelven a escribir aunque lleven la máquina que las escribe en el bolsillo o en el bolso. Así que… lo que pasa es que siempre son más las que no se han escrito. Por eso, ésta de hoy, me vale para pedir perdón por aquellas que debía haber enviado y no lo hice, que ésta sirva para pedir perdón por mis ausencias. Y ésta de hoy, la firmo con mi vieja sangre de mercenario de la palabra, de soldado de otra guerra, de escribidor en la Plaza Mayor de la memoria de mi vida.


julio 2015

Raphael, siempre

Porque siempre, siempre, está ahí. De pronto va y emerge después del silencio que él quiere, desea, y necesita. Pero sobre todo reaparece sin haberse ido, porque nunca se fue ni incluso en los momentos más difíciles, porque él, por volver, ha vuelto, de donde se ve “una blanca luz, especial, espacial, al final del túnel”.

Le conozco desde hace tiempo, mucho tiempo, desde que El Niño era de verdad un niño. Yo diría que de antes incluso de Benidorm. No se debe olvidar (porque la vida de uno, incluso la mía, está en las hemerotecas) que cuando se dijo que Raphael se iba a casar con Natalia Figueroa, esa dama elegante, distinta, que ella sabe bien cuánto la quiero, fue servidor de ustedes el que publicó que la noticia era cierta, y además con fotos exclusivas en la misma Venecia, con los dos en góndola, felices y contentos.

Por aquel entonces, Natalia había trabajado conmigo, perdón, o yo con ella, en la televisión, cuando sólo había una televisión. Natalia y yo presentábamos juntos un programa a base de cultura, poesía, clase… Incluso Natalia, que entonces hacía letras de canciones y poemas para los amigos, tocó la guitarra y cantó, o parecido, en la tele de aquellos días lejanos e inolvidables.




Raphael es un ser que pertenecía a la “galería de los únicos”. O sea, no hay igual en este oficio de los distintos. Es un artista completo, total, que ha hecho de todo en el mundo del arte al que pertenece, tanto es así que, aparte de millones de discos por todo el mundo, ahora es valiente hasta caerse -que no se cae nunca-, acaba de hacer una película para festival y público en general, con Álex de la Iglesia. Se llama, creo, “Mi gran noche”, que además fue y es un título de una de sus canciones.

Álex, que es un sabio dirigiendo, dice que El Niño ha estado extraordinario, natural, sorprendente. No había que sorprenderse porque Raphael ha hecho películas difíciles a lo largo de su vida que creo, creo, que ya ha superado los setenta, aunque él dice que tiene menos años ya que ha visto a la señora de negro sentada en el borde de su cama.

Hay por ahí una foto antigua en la que él y su casi paisano -que soy yo- paseamos de espaldas entre una hilera de cipreses en su casa de las afueras de Madrid, en Montepríncipe, donde hay olivos antiquísimos porque es el árbol de su vida. Raphael es de Linares, como ustedes saben, y ha tenido y tiene una vida vital, perdonen la redundancia, y fabulosa.

Yo le he conocido en su casa de México, en el parque de Chapultepec, en una casita que tuvieron Natalia y él en los montes de Toledo, blanca, pequeño cigarral sobre el río, y también les he visitado en aquella mansión que tuvieron en Miami, que había sido de Nixon, el presidente de los Estados Unidos de América. En la puerta, en hierro forjado, la mar al fondo, dos letras grandes: RN



Claro… -escribí yo entonces que iba a Miami casi todas las semanas en misión de servicio para ¡HOLA!- Claro, son las letras del mandatario Richard Nixon.

Y Raphael, mediterráneo puro como siempre, sonrió mientras aseguraba:

- No hubo necesidad de cambiarlas porque ahora son las señas de nuestra casa: Raphael y Natalia.

Tiempos aquellos que me van saliendo con solo tirar de la cuerda de la memoria. Raphael no es un superviviente, es un triunfante total. Es fuerte, creyente, buen padre de sus hijos, excelente abuelo, que además prefiere que le llamen por su nombre de combate.

Canta poniendo toda la vida en la boca y está a punto de hacerse una gira colosal, como siempre, sin que cuenten los años ni las coyunturas. Se cuida lo justo pero es nacido en una tierra de mineros y tiene en su casa, además de una magnífica colección de iconos, un cuadro del pintor ecuatoriano Guayasamín, que es una maravilla. Natalia brillando en la sombra, sé que escribe, lo sé, y sospecho que tendrá un diario prodigioso. A mí me gusta verla, darle un par de besos, aunque ella prefiere siempre, siempre, con su melena de paje de renacimiento, pasar desapercibida.

Yo he visto a Raphael cantar en los sitios más diversos: en Rusia, en aquel teatro de Leningrado donde la gente se descalzaba para entrar al patio de butacas, y también en Perú, por ejemplo, y en tantos sitios de América como en el teatro Colón de Buenos Aires. Está contento de su libro de memorias, aunque sé que calló más que contó, y alguna vez he estado a punto de decir -¿o te lo dije algún día?- que a ver si nos decidimos y tenemos un año para que me cuentes…



Es un grande, pedazo de grande, que sigue pensando que nada mejor que marcharse, si es que hay que irse del todo, cantando en el escenario, con los botines puestos, como un día me dijo Édith Piaf, el gorrión de Avignon, en los brazos de aquel griego guapo que la llevó hasta el desastre.

Me alegra mucho, no saben cuanto, que Raphael siga ahí haciendo sus desplantes, interpretando los diferentes papeles de sus canciones. Me gusta mucho el verle, el sentirle, porque es más o menos de mi quinta, viajero de América, del mundo, de hotel en hotel, querido Rafael Martos, al que le he hecho tantas entrevistas. Está más vivo que nunca, más brillante, más espectacular que siempre.

Los años no es que no pasan en balde por su chaleco, es que conoce el milagro de la pasión por lo que hace. Se crece en el escenario y comunica a la gente, por joven que sea, por antigua que parezca, el fuego que le habita. Estoy deseando darte un abrazo, maestro. Incluso yo he recogido algún premio en el sur que le concedieron en su día. Me sentí, esa noche en Sevilla, crecido, importante.

Suerte, maestro. A ver si nos vemos y nos damos un abrazo, capitán. A ver si se me pega algo, de tu gana de vivir y de cantar.

http://blog.hola.com/tico-medina/2015/07/raphael-siempre/#more-1185

Octubre, 2015

Raphael, sin la p ni la hache

O sea, como se dice ahora, Rafael Martos, el niño de Linares, de inmensa actualidad por encima de la ceniza, ascua, ¡qué digo ascua!, llama. Aún por encima de los años, por encima de los males, por encima del mundo en que vivimos, pero sobre todo, sobre todo, manteniendo intacta su propia marca, su inmensa personalidad. Por eso, aquí, este día, aunque cualquier día de la semana pasada, del año que se fue, desde hace cincuenta años, quizá más, no ha dejado de ser noticia, de importar, de interesar.



Raphael, en su propia vida personal, que la tiene y muy intensa, en su qué hacer profesional, no ha dejado de ser noticia desde que rompió a cantar, que yo estaba cerca dada mi longevidad. Hay por ahí una foto de los dos juntos de espaldas, caminando por una vereda de cipreses en su casa de Madrid, en Montepríncipe, donde nos hemos encontrado varias veces, cuerpo a cuerpo, alma con alma, porque los dos, creo que creemos en ello, cuando me asomo a sus últimos iconos- en Rusia es poco menos que Dios de paisano- o al cuadro retrato formidable que en su casa cuelga, y que es de Guayasamín, el pintor ecuatoriano que he visitado más de una vez arriba, en su ermita-estudio de Quito, dentro de uno de los cielos más azules del mundo, de verdad.

Guayasamín, que un día me regaló un grabado firmado de un guitarrista flamenco español, hace ya no sé cuántos años. Recuerdos, recuerdos… Memoria viva que ustedes me perdonarán que yo haga florecer en esta vieja maceta de lo que he vivido, para contar, sólo para contar.

Raphael, y desde luego, Natalia, que muy pocos saben que trabajamos juntos. Siempre lo cuento, en la tele, aquella de la avenida de La Habana, y que hasta incluso un día se atrevió a tocar la guitarra, creo que con una canción que había inventado, porque es una muy buena escritora, periodista a punto…



Servidor, que estaba en ABC, y ustedes perdonen si tanto hablo de mí, pero ya estoy fuera de cualquier medalla, dio cuenta como un hecho cierto, que Raphael, el niño cantante entonces, se iba a casar con aquella muchacha intelectual del pelo en melena, tipo Veronica Lake, que siempre trabajaba en Hollywood, junto al dorado Alan Ladd.

Para ello fuimos a Venecia, para que en Góndola el secreto a voces se hiciera realidad. Y aquella pareja fue una gran noticia y a mí me tocó ser el notario de su felicidad. Tenía que ser en ABC, y en el huecograbado, para que la gente se la creyera. Natalia, que además hacía cerámica, entonces marquesa de sangre, el barro con Lucía Bose, todavía no de azul arcángel…

Desde antes de eso, allí estábamos, pero sin creer del todo que aquella pareja durara tanto tiempo, las cosas como son, que ya han hecho creo los cincuenta de recién casados. Los hijos, los nietos, el sentido familiar de los Martos Figueroa… Les he contado en su casa rosa de México, en el parque Chapultepec y en un cortijillo muy lindo que tuvieron en los cigarrales de Toledo, rodeados de olivos…



Funciona la memoria, mis blogueros. O en su casa, aquella de Nixon en Miami, o del cantante, por los pueblos del mundo aquel día de ceviche en Perú, el otro que de su parte recibí un premio en su nombre en aquel teatro de Sevilla. Otra vez, el asalto de lo que viví, sólo para ustedes, en el teatro Colón, creo, de Sevilla, en Panamá, cerca del canal, en Caracas, o en el más pequeño pueblo de Bolivia, o en Santa Cruz, o en… ¡Qué sé yo!

Algún día, apunto de escribir con él lo que no se olvida, viéndole rodar algunas de sus películas, de cura, de escritor…, grabando, cantando, cuando estuvo medio muriendo, ahí que estuvo su viejo amigo, yo soy más viejo que él, callando como él quería… O en su casa, donde nació, en Linares, donde ya tiene su propio museo, o en aquel avión, que nos llevaba o nos traía de la nueva América. La radio, la tele, siempre estaba, y está allí, contando del día que volvió a nacer…

Ahora estrena película. De nuevo en las redes, como ahora se dice, arriesgando siempre, genial Raphael. Un abrazo fuerte, niño que nada heredaste. Martos de apellido, los hijos, los nietos… En ti la arruga es bella, Rafael. Nos vemos, nos vamos, nos vimos…

Hasta cuando sea la próxima, que como te conozco, puede ser mañana mismo. Besos a Natalia, la niña aquella que tuvo hasta una isla, y que en el silencio… ¡Ella sí que podría escribir de ti, Raphael, niño de Linares casi una Odisea! La superación, constante, siempre día tras día…

http://blog.hola.com/tico-medina/2015/10/raphael-sin-la-p-ni-la-hache/#more-2011

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Галина
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sola


   

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СообщениеДобавлено: Чт Фев 25, 2016 8:34 pm    Заголовок сообщения: El blog de Tico Medina Ответить с цитатой



El marido de Natalia Figueroa es el cantante Raphael

Me explico. Tantas veces se ha dicho lo contrario, que hoy, dada mi edad, y porque sé que además no les va a molestar a los dos protagonistas de nuestro “encuentro” de hoy, como todos los días y para todo el mundo, que me he atrevido a escribir lo que titulo.

¡Pero es que además es verdad! Quizá uno de los primeros posts que escribí para ustedes, hace ya tanto tiempo, casi un año pronto, y diario, fue el de Raphael, del que tanto he dicho a lo largo de mi vida. Es más, a punto estuve de hacer el libro de su segunda vida, como ustedes saben, y después del trasplante del que salió mejorado en todos los aspectos, pero se quedó en una foto de los dos por aquel paseo de Cipreses de su casa de Montepríncipe, y de espaldas, como aquella otra, respetando claro, las distancias de don Juan Carlos, Rey de España, y su amigo el Duque de Suárez que dio la vuelta al mundo, ¿recuerdan?

Bueno, pues yo conocí a Natalia Figueroa, que esa sí que tiene de verdad el libro bueno, cuerpo a cuerpo, cara a cara con Raphael, su marido, cuando Natalia, moderna, con mucha personalidad, melena de paje del renacimiento, aún no se había casado con el niño de Martos, con nuestro universal Rafael, aunque ya tenía la pe y la hache del cantante.



Yo la había conocido cuando ella rompió a escribir de periodista. Lo hacía y muy bien con una gran cultura, y era el tuétano del hueso de algunas tertulias de la época. Siempre estaba allí y además gustaba mucho, sabía. Yo, que tenía un Tico diario en la televisión única, solo estaba la española, la llevé un mediodía a mi programa con su guitarra al brazo. Incluso cantó, tipo balada, con una letra que era suya.

Era aristocrática, hija del marqués de Santo Floro y nieta de aquel otro gran político que fue el conde de Romanones. Pero Natalia no presumía nunca de ello. No tenía por qué. Te miraba siempre desde el fondo de sus grandes ojos claros y te ganaba la partida. Había leído siempre el último libro aparecido. Iba a la última, sin estridencias. Hablaba con una voz seductora, y además, era siempre, siempre, muy buena amiga.

Imagínense, que yo tengo, ella igual lo recuerda, un tazón con un sol pintado que hizo en el barro inicial y lo pintó con Lucia Bosé, ahora con el pelo azul y su fabulosa colección de arcángeles itinerantes.

Natalia, en el momento en el que apareció en un programa de televisión, fue fichada. Claro. La cámara la quiso desde el primer instante. Gustaba. Tanto es así que pronto presentó programas, como aquel de Si las piedras hablaran, ni más ni menos que con la idea de Antonio Gala. Yo supe más tarde que en el sesenta y tantos había traducido uno de los libros de Françoise Sagan, aquella de Buenos días tristeza, a la que creo que ya les conté, porque les voy contando todo de lo que me acuerdo todavía, que acompañé en París en su coche descapotable, ella descalza, hasta su castillo de las afueras, en la Normandía.

Aquel libro sobre un caballo.



Después, servidor, por una razón de oficio y por la cercanía también, le tocó en suerte el dar la noticia de que Raphael, el cantante ya superpopular, y la hija de Santo Floro, se iban a casar y en Venecia. Así fue. Les quiero decir, que en más de una ocasión, el artista y la escritora, han asegurado “que tenían intención de que se supiera la noticia de verdad y que nada mejor que darle en el ABC de aquella época, en el sesenta y siete, la vitola de que la noticia era cierta”.

Lo fue. Y felizmente. Llevan casados pues no sé cuánto tiempo, pero el hecho es que la pareja, queridísima, tanto en sus salidas, como en sus silencios, tienen tres hijos y creo que seis nietos. Se llevan muy bien, tal vez la distancia ayuda mucho, y ella mantiene una casa bellísima, ordenada y a punto, donde hay además de una preciosa colección de iconos, que Raphael de ha ido acercando desde que canta en Rusia, donde es también un ídolo, y sobre todo, ese retrato que le hizo, tal vez en Ecuador, el pintor Guayas mil uno de los grandes del mundo plástico de Iberoamérica y del mundo entero.

Me han dicho que Natalia escribe con frecuencia, para ella, un diario que debe ser un best seller el día de mañana. Aparece poco, lo que hace posible, que cuando amanece, gusta más, se hace adorable, bien que me viene a la memoria, aquel día en su casa de verano de Miami, cuando empujé aquella puerta cerca del mar. Natalia es de San Sebastián, en el océano. La entrada de la mansión de verano, de Richard Nixon, el presidente de los Estados Unidos de América. Dos letras de hierro, trabajadas, a fondo.

-Ayer eran de quien eran, hoy que la tenemos alquilada, quieren decir, cuáles son sus habitantes, Raphael y Natalia.

Ha escrito Natalia tres libros y su fuerza es inmensa y así debo decirlo. La vi el otro día en un plano robado no sé dónde, no sé cuándo. Tiene el aire de lo very important person que se dice a lo yanqui. Ella está ahí, siendo la sombra dorada, luminosa, abrasadora, de un artista que incluso ha dicho en más de una ocasión, que “le gustaría morir, con las coplas puestas”, en el escenario, esto es, cantando.



Que siga mucho tiempo el niño de sangre de olivo. Un día estuve con ellos también en su casa de México, en aquel apartamento rosa del parque del Chapulín, y también en otra casa a la que iban los fines de semana, en los montes de Toledo, blanco Zurbarán entre una colina de olivos.

Se casaron en julio del setenta y dos. O sea, ya de por sí es una noticia, el dato, en el tiempo de vivimos. Llevan más de cuarenta años de matrimonio. Natalia no esconde sus canas, ni mucho menos. Y su fuerza, su personalidad, la mantiene como aquel día de la segunda niña y su guitarra, o cuando entrevistaba a los grandes artistas y personajes de su tiempo.

Natalia, niña, que ya sabes dónde me tienes, a pie de obra. Por cierto, ¿qué libro estas escribiendo ahora, tan vivo siempre, aunque después, no quieras publicarlo?

http://blog-static.hola.com/tico-medina/2016/02/el-marido-de-natalia-figueroa-es-el-cantante-raphael/
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Olechka


   

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СообщениеДобавлено: Чт Фев 25, 2016 9:34 pm    Заголовок сообщения: Ответить с цитатой

Таня, я перенесла сюда, потому что такая тема уже есть.
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sola


   

Зарегистрирован: 28.02.2011
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СообщениеДобавлено: Чт Фев 25, 2016 10:06 pm    Заголовок сообщения: Ответить с цитатой

Olechka писал(а):
Таня, я перенесла сюда, потому что такая тема уже есть.

Спасибо, Ольчик! Я просто не нашла её Смеется
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